El movimiento gótico,
como la mayoría de los movimientos culturales “oscuros", surge a
partir de los 70, como resultado de la decadencia del movimiento hippy y la decepción social generalizada provocada por la crisis
económica, la postguerra del Vietnam y el hastío por la represión
derivada de la Guerra Fría.
¿Cómo describimos hoy
en día a un gótico? Vestiduras negras (y en la mayoría de los
casos elegantísimas), piel pálida y perfecta, inquietos
intelectualmente, amantes de la poesía y el arte, enamorados de la
noche y la luna, ávidos de saber....y conocedores de la muerte.
Hasta ahí, todos de acuerdo.
Ahora remontémonos al
siglo XVI. En Nápoles, un humilde escritor está trabajando en la
que sería su obra cúlmen póstuma. Basile, se haya inmerso en la
redacción de "Petrosinella", un cuento popular de tradición oral y
que, junto con otros 49 relatos orales más, ha decidido escribir
para que no se pierdan en el olvido. Ese cuento tiene un personaje
estrella sin el que no se entiende el resto de la historia: una ogra, más específicamente, una ogra-bruja.
En el siglo XIX, dos
hermanos alemanes, Jacob y Wilhelm, decidieron poner por escrito un
relato que les fue transmitido a la luz del fuego. “Blancanieves”,
negra como el ébano, roja como la sangre, blanca como la nieve,
cuenta con un personaje emblemático: la malvada madrastra, una
bruja.
Desde antes de que los
romanos se convirtieran en un imperio, la humanidad definió uno de
los arquetipos más manidos de su historia: el arquetipo de la bruja.
Más allá de su sombrero de pico, su caldero, su verrugas y su
escoba, la bruja tenía una característica muy marcada: una
inteligencia más allá de lo común, cultivada por el estudio y
desarrollada por una pasión inusitada por seguir aprendiendo. ¿Y
cómo es una bruja hoy día? Es una mujer de vestiduras negras ( y en
la mayoría de los casos elegantísimas), de piel pálida y perfecta,
inquieta intelectualmente, enamorada de la noche y de la luna, ávida
de saber.... y conocedora de la muerte. Qué casualidad.
Disney adoptó ese
arquetipo para crear a sus “malvadas”. La primerísima mala que
Disney creó fue la madrastra de Blancanieves. Para la creación del
primer largometraje del estudio, Walt contrató a ilustradores de
cuentos de hadas europeos para que ayudaran en el diseño de los
personajes del cuento. En un principio, la reina-bruja iba a ser fea,
vieja y encorvada (exactamente en lo que se transforma). Y
finalmente.... fue perfecta. Hermosa, inteligente, cruel (cruel hasta
el extremo), de carácter perseverante y furia calmada. Templada,
determinante... y sabia. Conocedora de plantas y hierbas, del uso de
las fuerzas de la naturaleza y el universo, de la nigromancia y
necromancia, del comportamiento de los animales. Y este personaje,
complejo (mucho más complejo que Blancanieves) y a la vez
arquetípico, sentó las bases de todas las demás malvadas de
Disney.
Desde ella, todas las
malvadas Disney han sido brujas (si no de título, al menos sí de
carácter). Éstas son, a nuestro entender, las más emblemáticas:
Maléfica. Mala, pero
mala, mala y capulla. Pero eso sí, perfecta. ¿Quién no se
cabrearía si fuera la única persona del reino a la que no invitan a
la fiesta del año, ni más ni menos que al bautizo de la princesa del reino? Obviamente, Maléfica se sentía dolida por el desaire sufrido. Y como buena bruja, su venganza es terrible.
Claro que esto es un cuento y no podemos dejar que los malos ganen,
así que las tres hadas de turno (que no son más que la oveja rosa
de la familia de las brujas), esconden a la princesa sobre la que
pesa la maldición de Maléfica durante 16 años. ¡Y durante 16 años
Maléfica sigue buscándola! Perseverante como ella sola . Maléfica
comparte con la Reina-bruja mascota (un cuervo que no dice “nunca
más”), vestiduras (en negro y morado), vivienda (un castillo), voz
aterciopelada, aspecto regio (tocado incluido , modales (serán las
malas del cuento, pero ante todo con educación) y una belleza
impecable. Vamos, que no sabemos cómo sentían envidia de
Blancanieves y de Aurora, ¡si está claro que les daban mil vueltas!
Madrastra de Cenicienta (Lady Tremaine):
si Maléfica adoraba a Lucifer, la madrastra de Cenicienta lo tiene de mascota
(¡eso son ovarios!). Ante todo, la mujer es muy señora, nunca
pierde las formas. Y muy madre, quiere lo mejor para sus hijas (y
Cenicienta no es su hija), lo que significa casarlas con el príncipe
cueste lo que cueste y a costa de quien sea. Si tiene que destrozarle
el vestido a Cenicienta se lo destroza; si tiene que encerrarla en su
cuarto, la encierra; ¡si tiene que romperle los zapatos se los
rompe! Y en el cuento original es todavía más cruel, empezando por
que lió a Cenicienta para que matara a su madre biológica y poder
así casarse con el buenísimo partido que era el padre de Cenicienta
(que curioso que muriera misteriosamente un poco más tarde de la
boda). Cruel, calculadora y fría, pero con un vestido perfecto y un
peinado impecable. Tan perfecto e impecable, que Coppola lo copió
para crear a su Drácula.
No es bruja, vale. Pero
en el momento en que pilla la varita del hada madrina (véase
Cenicienta III), maneja las fuerzas cósmicas como si toda su vida
hubiera utilizado la magia. Porque, ¿quién es más poderosa? ¿El
hada madrina que, en base de lo que ya tiene (una calabaza, ratones, un caballo, un perro y un vestido destrozado), hace algo similar (una carroza,
unos caballos, un cochero, un mayordomo y un vestido principesco)? ¿O
la madrastra, que sin tener ni base ni nociones de magia, crea un
universo paralelo moviendo el tejido del espacio tiempo? ¡Y sin Tardis!
Úrsula: por desgracia,
la maldad decayó con ella. Y empezaba bien, tenía sus puntos
(incluidos contratos de claúsulas imposibles a lo Rumpelstiltskin).
Hasta tenía una belleza gótica clásica cuando se transforma en
humana (y no se puede negar que es inteligente, porque transformar
una cola en un par de piernas, saltándote millones y millones de
años de evolución (¡y sin tridente!), tiene su mérito)
Pero...está muy lejos de la crueldad de la Reina, de la belleza de
Maléfica o del porte de Lady Tremain.
Madre Gothel: vuelve
la maldad, la crueldad, el estilo...¡vuelve la belleza de las malas
Disney! Y en una forma desconocida e inexplorada hasta entonces: la
del maltrato psicológico. Porque vale, Cenicienta estaba muy
maltratada, ¡pero era a la cara! La madrastra la odia y ambas lo
sabían. Se asume, se acepta, y si Cenicienta era tan idiota como
para no reclamar una herencia que a todas luces era suya, la culpa es
de ella. Pero madre Gothel crió, literalmente, a Rapunzel durante
18 años haciéndola creer que es su madre, dejándola por cría y
por inútil (“Mira al espejo Rapunzel, ¿sabes qué veo? Veo una
joven hermosa, fuerte y muy segura de sí misma. ¡Ah, y también
estás tú!”), manteniéndola oculta del mundo haciendo creer a
Rapunzel que es un lugar horrible y poco más que la pueden matar en
cuanto salga a la calle (“El mundo es oscuro, egoísta y cruel. Si atisba el más mínimo rayo de sol, lo destruye”), fingiendo que la quiere de verdad
(“Te quiero mucho, cariño”. Y cuando Rapunzel le responda
que ella más: “Y yo muchísimo más”) y, cuando nada de eso
funciona ¡se carga al tío del que Rapunzel está enamorada delante
de sus narices! Y, aunque no con título, no hace falta ser muy listo
para darse cuenta de que es BRUJA. Vale, se mantiene joven gracias a
una flor dorada. Pero si conoces esa flor, es porque, previamente, te
has estudiado todas las habidas y por haber para mantener la belleza.
Y, una vez más, sus ropas son dignas de una reina. Pero lo más
importante de todo: tiene el ORGULLO que no existía desde la
madrastra de Cenicienta.
No sabemos si Disney
adora a las góticas. Lo que está claro, es que las góticas
obedecemos a un arquetipo más antiguo y poderoso de lo que la
sociedad común quisiera creer. Que lo que ven cuando nos miran es
una imagen grabada en lo más profundo de nuestros cerebros de un ser
mítico y poderoso, sabio y antiguo, bello y mortal.
¿CÓMO NO VAMOS A ADORAR
A LAS MALAS DISNEY?